lunes, diciembre 20, 2004

LO QUE DICE DE JUAN BEAT PARTE 4

JUAN BEAT CAMINA Y CAMINA...

DUENDE CALLEJERO

Body: A pesar de lo avanzado de la noche y lo avanzado de la peda, el Juan Beat camina por las ahora limpias calles del Centro Histórico de ésta, la aún llamada ciudad capital y que no deja de ser una enorme mierda que cada día se pierde más y más en su hedor. El Juan Beat camina y camina y va tiemble que tiemble mientras siente que su garganta está completamente seca, así que sube su mano derecha, que es en la que trae el enorme bote de cerveza oscura que ya está caliente, y sorbe un poco de esa cerveza oscura y, entonces, sólo entonces, es cuando comienza a sentir que aquel ya intragable líquido, por lo caliente, no vayan a pensar mal, baja que beja hasta perderse en su estómago, y ya allí se revuelve con todo y con nada, por lo que ahora tiene que subir su mano izquierda, y es como si eso pudiera detener el vómito que ya le ha llenado el esófago y que no se detiene, no, pero igual el Juan Beat sigue caminando y temblando y sin sentido pues, la verdad, no tiene un lugar a dónde ir.

Juan Beat piensa, o bueno, siente que por su cabeza pasa una idea, aunque aquí debería detenerme y decir que esa idea se muestra en imágenes, claro, pues de qué otra forma puede ser si hablamos del Juan Beat, y, bueno, que así veía que la idea era concerniente a recién aceptada falta de liquidez tras perder ese último trabajo, acción que logró acabar de una vez por todas con su supuesta paz mental, claro, si es que hubo un día en el que pudo tener una, por ello, aprovechó que el de TV-Azteca, ese bigotón gritón amanerado que todos conocen y cuyo nombre me niego a escribir aquí por causas ajenas a su incumbencia, había recomendado salir esa noche para ver la luna, pues dizque gracias al plan de contención ambiental implementado por los huevones del Gobierno del DF, el smog logró bajar a niveles históricos y, por tanto, por fin podría verse un cacho del cielo nocturno, y bueno, que saber eso lw gustó al Juan Beat, que por cierto, no piensen mal, supo de esa noticia porque no estaba en su departamento sino en un bar de mala muerte de la Colonia Roma, tomando de las sobras que anidaban las mesas desocupadas y escuchando al gritón ese, pues era preferible escucharlo que, por ejemplo, ese grupillo norteño de nombre impronunciable que atronaba en el fondo del bar, así que, tras escuchar aquella información el Juan Beat sintió o vió, si, era vió, que la noche estaba mejor sin techo que con uno, así que se apersonó en la barra y, para la caminada, levantó su mano derecha, llamó la atención del Hombre de las Bebidas y le pidió, tratando de que no se le quebrara la voz, un bote de cerveza oscura de los más baratos, por lo que recibió un muy altanero: "chinga tu madre, pendejo", por parte del que atendía, ese Hombre de las Bebidas pues, y ahora encogiéndose de hombros, el Juan Beat volvió a levantar su mano derecha y volvió a llamar la atención del Hombre de las Bebidas, que ahora estaba alegre porque atendía a la mesera tetona que tantas veces se había querido ligar y cuyo escote le provocó una leve erección al Juan Beat y al borracho del findo de la barra, que sin molestarse en disumular abrió su cremayera, ensalivó la palma de su mano izquierda y procedió a masturbarse ante la mirada atónita de otra mesera, esta no tan tetona como aquella con la que hablaba el Hombre de las bebidas.

Y al Juan Beat se le hizo demasiado gracioso que en ese bar de mala muerte no hubieran suficientes meseras, pero que si hubiera un Hombre de las Bebidas uniformado y todo eso, cual si fuera bar de cinco estrellas pues, y cuando ese Hombre de las Bebidas escuchó que la tetona le decía: "ahí te hablan, amor, te dejo", voltéó y vió al Juan Beat y se le acercó para quizá volverle a mentar la madre o de plano descontarlo, pero Juan Beat, sin pestañear siquiera, le escupió un enorme gargajo amarillento que se impactó de forma espectacular en plena frente, entonces aquel hombre ya no supo ni qué hacer y no tuvo más remedio que darle al cliente lo que pedía, que era, pues, un bote de la cerveza oscura más barata, que otro no podría pagarle, y desearle buena suerte no sin antes gritarle: "que disfrute su chingada cerveza señor cabrón, mamón, hijo de su chingada puta madre."

Y si, ahí va el Juan Beat, caminando en las ahora algo limpias calles del Centro Histórico a pesar de lo avanzado de la noche y a pesar de lo avanzado de la peda y a pesar de que va con el rostro elevado, viendo las estrellas y la luna, una luna llena que igual le recordó a París o a Bruselas o a su infancia, qué más da, y con la boca llena de un caldo que según eso es cerveza oscura de la más barata y sintiéndo que su estómago está a punto de reventarle y entonces se imagina la sangre manchando esas ahora inmaculadas calles y a sus tripas huyendo por las alcantarillas arrastradas por esas ratas que seguro se oculatn en las sombras, pero él ahora va feliz, pues la luna, chingue a su madre, lo es todo esa noche.

Y ya mañana será otro día, cabrón, y ya habrá momento para preocuparse.

Atentamente, el Duende Callejero... que siempre si huyó, se fue al DF, se internó en la Colonia Roma, se metió en un bar de mala muerte, pidió una bebida, la sorbió, descubrió que no sólo estaba rebajada con agua, sino que aquella era agua de la llave, por lo que dejó su bebida en una de esas mesas solitarias esperando que una mesera se la llevara y se fue al baño y vomitó y cuando regresó sólo encontró a la noche y a la puta que nadie se llevó esperándolo, con el rostro iluminado, dos dientes faltantes y la nariz sangrando de tanto aspirar cocaína.


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